Comparto con vosotros este gran discurso de Robert Kennedy:
"En primer
lugar está el peligro de la apatía: la creencia de que no hay nada que un
hombre o una mujer puedan hacer en contra los múltiples males que azotan el
mundo. Contra la miseria, contra la ignorancia, la injusticia o la violencia.
Sin embargo, muchos de los grandes avances del mundo, de pensamiento y de
acción, han salido de la labor de un solo hombre. Un joven monje impulsó la
Reforma protestante, un joven general extendió un imperio desde Macedonia hasta
los confines de la tierra; y una joven reclamó el territorio de Francia. Fue
un joven explorador italiano quien descubrió el Nuevo Mundo. Y a sus treinta y
dos años de edad, Thomas Jefferson proclamó “que todos los hombres son creados
iguales”. Arquímedes dijo: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo».
Estos hombres
cambiaron el mundo, y todos nosotros podemos también. Pocos cambiarán por si
mismos el rumbo de la historia, pero cada uno de nosotros podemos esforzarnos
en cambiar una pequeña parte de los acontecimientos, y la suma de todos estos
actos será la historia que escriba esta generación.
Miles de
voluntarios de los Cuerpos de Paz están marcando la diferencia en aldeas
aisladas y en barriadas de decenas de países. Miles de hombres y mujeres
desconocidos resistieron en Europa la ocupación nazi, y muchos murieron, pero
todos contribuyeron hasta el final a la causa de la libertad en sus países.
Es en base a
innumerables actos de valentía y esperanza como la historia humana queda
escrita. Cada vez que un hombre lucha por un ideal, o actúa para ayudar a
otros, o sed rebela ante injusticia, está generando una pequeña ola de
esperanza, y millones de esas pequeñas olas, cruzándose entre sí y sumando
intensidad forman un tsunami capaz de derrumbar los más poderosos muros de
resistencia y opresión.
«Si Atenas te
parece grande», dijo Pericles, «considera entonces que sus glorias fueron
alcanzadas por hombres valientes, y por hombres que aprendieron sus deberes».
Ésa es la fuente de toda grandeza en todas las sociedades, y es la clave para
el progreso en nuestro tiempo.
El segundo peligro
es el del interés personal de quienes dicen que las esperanzas y las creencias
deben ceder ante las necesidades inmediatas. Naturalmente, si queremos actuar
de forma eficaz, debemos tratar con el mundo tal y como es; tenemos que hacer
las cosas. Pero si hay algo por lo que el presidente Kennedy luchó, y que tocó
en lo más profundo el sentimiento de los jóvenes de todo el mundo, fue su fe
en que el idealismo, las grandes aspiraciones y las profundas convicciones no
son incompatibles con la forma más práctica y eficiente de los programas, su
fe en que no hay ninguna incompatibilidad fundamental entre los ideales y las
posibilidades reales, su fe en que no hay división entre los más profundos
deseos del corazón y la mente, y la aplicación racional del esfuerzo humano
para resolver los problemas de la humanidad. No es realista ni práctico
resolver problemas tomando medidas que no estén guiadas por objetivos y valores
morales, a pesar de que todos conozcamos a alguien que afirma que sí es
posible. A mi juicio, se trata de una locura irreflexiva, porque no se tienen
en cuenta las realidades de la fe, la pasión y las creencias, fuerzas estas
que en última instancia son más poderosas que todos los cálculos de nuestros
economistas o nuestros generales. Por supuesto, para adherirse a las normas y
al idealismo, y para hacer frente a los peligros inmediatos, se requiere un
gran valor y una gran confianza. Pero también sabemos que sólo aquellos que se
atreven a arriesgar mucho pueden lograr mucho."
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